viernes, 27 de agosto de 2010

Anna - Capítulo 06

Cuando despertó, Anna se sintió desorientada, como con una sensación de vacío que no entendió al principio, luego se dio cuenta que se encontraba sola. Era eso, el calor del cuerpo de Alex ya no estaba a su lado, sintió un escalofrío, pero de todas formas sonrió y se acurrucó entre las sábanas. No podía creer que había dormido con Alex toda la noche.
A pesar de que fue una experiencia hermosa y desconcertante, se prometió a si misma que no permitiría que pasara de nuevo. Ese aspecto de su vida en común lo habían dejado muy claro cuando iniciaron su acuerdo.
Él tenía su vida, sus amantes. Ella no iba a ser una más del montón. No podía permitir que eso ocurriera. 
Pronto iban a divorciarse, obviamente sería un escándalo, pero estaba dispuesta a llegar hasta el final. Seis meses, eso era lo que faltaba para que cada uno siguiera su propio camino.
El testamento de su padre en ningún momento especificaba nada sobre las consecuencias de una separación, un hueco dentro de los planes de los padres de ambos que nadie había previsto. Así fue cómo encontraron la solución a su problema hacía más de un año atrás.
Confiaba en Alex, le demostró con creces que era una persona leal. A pesar de todo, era un hombre muy complejo. Teresa le había pintado como una persona despreocupada, libertina, dado a la buena vida y las malas costumbres. A ella no le cuadraba esa imagen con el Alex que conocía, pero ciertamente se fue enterando de muchas cosas que él había hecho antes de conocerse. E increíblemente, las mismas personas que le contaban, decían que había cambiado mucho desde que se habían casado.
Claro, ahora hacía sus cosas discretamente… ¿tendría una amante fija? ¿cómo sería su vida fuera de la casa y de la oficina? Eran preguntas que Anna siempre se hacía, pero nunca se atrevió a preguntarle a él.
Alex no se metía en su vida. Ella tampoco en la de él.
Todo funcionaba bien, sobre ruedas. Así debía seguir.
Pero no todo funcionaba bien realmente. Su tío ya no estaba con ella. Nadie estaba con ella. No tenía ni un solo pariente en el mundo.
Suspiró y recordó algo que le había escrito Serena en una de sus cartas: «Para ser feliz, debes aprender a querer lo que tienes, y no a tener lo que quieres». Sabias palabras.
Aprendería a amar su realidad. Era una persona afortunada a pesar de todo: tenía un techo donde dormir, comida en su mesa, dinero, amigas que la querían, dos mamás postizas… y un simulacro de marido.
Con otro suspiro, se levantó, se vistió con un color claro, ya que no podía volver a usar luto, tendría que dar explicaciones que no estaba dispuesta a dar.
Decidió que como ya no tenía que cuidar a su tío, iría a partir de ahora todas las mañanas a la oficina. Ya había aprendido bastante sobre el manejo de la empresa. Pero de ahora en más, quería ser parte más activa.
El despacho de su padre, que ahora era suyo, la estaba esperando.
Al llegar, saludó al señor Smith y se dirigió a su oficina directamente. Pero en el camino encontró a su suegro.
—Buen día, suegro. —el señor Constanzo la adoraba, y desde que se habían conocido no le permitía llamarlo «señor», así que adoptó ese título para llamarlo. —¿Cómo está?
—Muy bien, hija… ¿y tú?
—Bien, gracias. Con demasiado tiempo libre, así que vine a ver si de alguna forma puedo ayudarles. Por favor, suegro… dígame que puedo hacer.
—No entiendo a las jóvenes de ahora… —suspiró el viejo Alex— en vez de estar cómodamente en casa bordando, tocando el piano, tomando el té con amigas o criando a los hijos, prefieren venir a ayudar en la oficina… hablando de hijos… ¿Cuándo nos van a dar un nieto?
Anna casi se atraganta con la pregunta.
—Ehhh… yo… no lo sé. —no sabía hacia dónde mirar, así que bajó la vista.
En ese momento hizo su entrada oportuna Alex Junior, como su padre lo llamaba.
—Padre… ¿la estas incomodando? —dijo sonriendo, ya que había escuchado la pregunta. Alex le dio un beso a Anna en la mejilla y apoyó su brazo en el hombro de ella. —para que sepas, viejo… lo estamos intentando. —mintió.
Su padre lanzó una carcajada.
—Más vale que lo hagan, tu madre ya me tiene harta con el tema, aunque no te lo diga a ti. Bueno, sigo con lo mío. Manda a ésta niña a casa, y si se niega, pues bien… enséñale lo que quiera. Todo esto al fin y al cabo es de ustedes dos.
Y se alejó hasta entrar en su despacho.
Alex empujó a Anna hacia el suyo, cerró la puerta, la abrazó y le preguntó:
—¿Estás mejor, amor? ¿Cómo amaneciste? —le levantó la barbilla y le dio un ligero beso en los labios.
Anna se estremeció. En ese momento no podía recordar los propósitos que se había hecho esa misma mañana. Estando en sus brazos se olvidaba de todo.
—Estoy bien, Alex… gracias. De verdad.
—Me alegro, cielo. Escucha, yo tengo que ir al campo esta semana. La época de cosecha está a un paso y debo verificar que todo esté en orden. No quisiera dejarte sola, pero no tengo más remedio. Volveré a tiempo para la fiesta de cumpleaños de la mamá de Teresa, te lo prometo.
—No te preocupes por mí, estaré bien.
—Estoy seguro que si, eres una mujer fuerte e independiente, no lo pongo en duda. Solo quería decirte que a mi vuelta me gustaría que pasemos más tiempo juntos.
—Más tiempo juntos… ¿para qué? —Anna retrocedió y se alejó de él.
No le dio explicación alguna.
—Piénsalo, cielo… hablaremos a mi vuelta. —y dejó el despacho.


Si lo que Alex quería era desconcertarla y mantenerla en vilo, lo había logrado. Anna no dejó de pensar un solo día en esas tres palabras: «más tiempo juntos»
Alex llegó mientras ella se estaba bañando y preparándose para ir al cumpleaños de la mamá de Teresa, según le informó mamá Chela. Siempre cumplía sus promesas. Si había una palabra aparte de adorable, buen mozo, carismático, con buen sentido de humor, seguro de sí mismo, etcétera, etcétera, que podían definir a Alex, esa palabra era: «confiable»
Anna se había mandado a hacer un vestido nuevo para la ocasión, era de color lavanda, con encaje a tono. El corsé también era nuevo, y realzaba sus atributos femeninos. Estaba espléndida.
Fue bajando las escaleras lentamente, Alex la estaba esperando al final.
Se quedó mirándola fijamente, con la misma mirada de esa vez en el parque, cuando todavía no se conocían: penetrante y con lujuria.
Tenía ambos brazos en la espalda, y cuando llegó hasta él, subió las manos y le entregó una rosa roja perfecta.
—Hola cielo, estás magnífica. Como siempre. —y le dio un ligero beso en los labios, como era su costumbre de un tiempo a esta parte. Y como era su costumbre también, ella reculó un poco y se alejó.
—Hola Alex… ¡Gracias! Qué hermoso detalle, —se ruborizó ligeramente, —¿Qué tal el viaje?
Y esa pegunta inició la conversación sobre la cosecha, el campo y los trabajadores, que duró hasta que llegaron al cumpleaños.
Anna decidió disfrutar, porque según lo que le había enseñado la vida y la poca experiencia que tenía, de ella dependía pasarla bien o no. Decidió pasarla bien, más que bien.
Bailó, tomó bastante ponche con champagne, conversó con sus nuevos amigos, rió, y siguió bailando.
—Bueno, ya es hora de que mi esposa me conceda un baile, ¿no crees? —dijo Alex a sus espaldas.
Anna estaba radiante, dio media vuelta, tomó el brazo que su esposo le ofrecía, dejó su copa en la bandeja de un mozo que pasaba y se dirigió a la pista.
Alex la tomó en sus brazos y la apretó contra él, más de lo que socialmente estaba permitido, pero nada importaba esa noche, ella estaba feliz. Subió ambas manos hasta el cuello de Alex y apoyó su cabeza en el hombro de él.
Disfrutaron de la música un rato, en silencio, hasta que él le dijo al oído:
—Estás deslumbrante esta noche, amor… creo que soy la envidia de todos los hombres de este salón de baile.
Anna levantó la cabeza y lo miró a los ojos, estaba más desinhibida que de costumbre, eso la llevó a seguirle el juego y flirtear con él:
—¿Te fijaste en las miradas femeninas, corazón? Todas apuntan a tu trasero.
Alex rió, nunca la había visto así, y menos aún decir algo como eso.
No pudo resistir, y a pesar de que socialmente no era aceptable, rozó los labios de Anna con los suyos y la rodeó completamente con los brazos.
—¡Aaaayyyy, mi pareja favorita! —dijo Ámbar Allegro, interrumpiendo la magia del momento, estaba bailando con su marido al lado de ellos, —¿por qué tú no eres así de romántico y me abrazas de esa forma? —le dijo.
Su marido, amigo de Alex del colegio, lanzó un gruñido y miró a Anna de pies a cabeza, como diciéndole: «tú no eres ella»
Terminó la música y ambas parejas se retiraron a la terraza a tomar aire fresco, Ámbar, una mujer bastante voluptuosa y alegre, —le caía muy bien a Anna, —acaparó totalmente la conversación.
Alex tomó a Anna de la mano y no la soltó. Se apoyó en la baranda que daba al jardín, y la acomodó delante de él, de modo a que su espalda tocaba el pecho de él, y su trasero se adaptaba perfectamente a la entrepierna de Alex, ella sentía su dureza. Él la rodeó con las manos por la cintura. Estaban entre amigos, podía ser cariñoso, y ella no se apartó, eso era una buena señal.
—Bueno, amigos… ¿qué opinan?, —dijo Ámbar.
Los estaban invitando a la finca de la pareja, distante de la capital unos 300 kilómetros, iban a celebrar sus cinco años de matrimonio, en la intimidad, con otros 4 matrimonios, entre ellos los Constanzo.
—Ehhh… Ámbar, yo no creo que podamos ir… —dijo Anna.
Alex vio la oportunidad perfecta para iniciar sus planes de seducción, tenía que convencerla.
—Yo creo que sí deberíamos ir, cielo… —dijo Alex.
—Alex, pero… — volteó ligeramente la cabeza para mirarlo y volvió a mirar a la pareja, con una sonrisa nerviosa, no sabía qué decir, no quería pasar por sobre la autoridad de su marido en público.
Alex le hizo una seña con la mano y los labios a Ámbar, como diciéndole: «déjame a mí, yo la convenzo»
Entonces Ámbar dijo:
—Bueno, les dejamos para que conversen al respecto. Pero esperamos su respuesta antes de que acabe la fiesta, necesitamos organizar todo. Partimos éste jueves que viene, y nos quedamos hasta el martes. No nos fallen, amigos, sólo invitamos a los matrimonios más allegados a nosotros… y tú fuiste nuestro padrino de bodas, Alex… no puedes faltar.
Cuando se alejaban, Alex volteó a Anna hacia él.
—Cielo, necesitas éste viaje. Te hará bien cambiar de aires, pasar cuatro días en el campo con amigos, los conoces a todos, son personas estupendas.
—No lo dudo, Alex, y todos me caen muy bien, especialmente Ámbar… pero sabes cuál es nuestra situación, no tengo que aclarártela, ¿no? Tus amigos nos creen «la pareja perfecta», ¿qué van a pensar de nosotros cuando pidamos cuartos separados?
Él sonrió y la miró con dulzura.
—Puedo soportar dormir contigo, cielo… —ella rió también, la bebida no era una buena consejera en estos momentos, se sentía mareada y acalorada. —ya lo hicimos antes, prometo portarme bien.
Ella lo miró de soslayo y dijo pícaramente:
—Me pregunto que es «bien» para ti.
—Lo que tú quieras que sea, amor… tú mandas. —la tomó de las manos y la acercó a él. —Ven aquí. Te extrañé, ¿sabes?
—Estás muy raro, Alex.
—Bueno, yo creo que por fin estoy cuerdo… dime, —le dijo acariciándole los brazos —¿vamos a ir?
—¿Y la cosecha, no dijiste que estábamos sobre la hora?
—¿Para qué crees que fui al campo? Ya verifiqué todo, cielo… puedo tomarme estos días. No hay problema. Y los problemas que puedan surgir aquí los puede resolver papá. Sólo son unos pocos días, con el fin de semana de por medio… ¿Tienes alguna otra excusa que inventar?
Ella suspiró y dijo:
—No, no tengo… además, creo que lo último que Ámbar dijo definió bastante la situación, ¿no crees? Fuiste su padrino de bodas… no puedes faltar. —Debo estar loca, pensó, debe ser la bebida —y yo, como tu esposa, no tengo ninguna excusa para no acompañarte.
—Así se habla. Vamos a pasarla bien, cielo… te lo prometo. Y vas a olvidar de todo lo que te pasó en estos días. Vas a olvidarlo.
Anna no entendió a que se refería hasta mucho tiempo después, cuando estaba en la intimidad de su dormitorio y rememoró de nuevo todo lo que había ocurrido esa noche.
Iba a viajar con Alex… iba a compartir su misma habitación durante cinco días con sus noches. Pero era Alex, el era «confiable», nunca le había fallado hasta ahora. Podía fiarse de él, dijo que ella estaba al mando. Perfecto.
Y con ese pensamiento se durmió, abrazando la almohada, como todas las noches, abrazando a un pobre sustituto de quien ella realmente quería que fuera.
Continuará...

1 comentarios:

Mayte dijo...

hooooo que bien se poneee la sigoooo besitos amiga

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